PALINGENESIA

La eternidad viene sola.
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La "Hermana María", médium y vidente, vino esta noche a visitarme con Juan Antonio Arbeláez. Tomó asiento, cerró los ojos ciegos, descansó un momento bajo el peso de su ancianidad y su dolencia, me dijo:

–"Llego por primera vez a tu casa atraída por la energía bellísima de la que dimanas en esta época de tu vida. Has de saber que tú has sido, eres y serás eternamente poeta. Lo has sido desde la eternidad anterior, y en la siguiente eternidad renacerás siempre poeta, porque te ha sido concedida esa gracia singular y única como testigo del Universo. Escribe acerca de tus vidas anteriores en diferentes lugares de la Tierra, cuando andabas diseminado por los treinta y dos rumbos del horizonte, y escribe también acerca de tus futuras vidas de poeta en otros siglos y en otros seres encarnado, pues eso te es posible sólo a ti, por cuanto tu energía luminosa es siempre igual, y puedes obtener si así lo deseas, la memoria del futuro y la visión del pasado, ya que en ambos estados vives en tu presente. Y esas son mis palabras para ti, ¡Oh poeta!"

Entonces la Hermana María pidió apoyo a fin de retirarse; toqué su brazo para ayudarla, pero era un brazo aparente, ceñido al aire del hueso, y la dejé discretamente en la solicitud de san Antonio Arbeláez.

No se ponen de acuerdo, las videntes. Madame Martin, en Barranquilla, me dijo: –"Nunca había visto ni imaginado a nadie tan terco como usted. Debe ser el modelo universal y eterno de la terquedad."

Sin embargo, al representar mi vida, trazó velozmente una línea horizontal que excedía una hoja de papel en sus extremos. Mediante rasgos verticales describió mis años, y al preguntarle por la línea que se extendía antes y después, me dijo: –"No lo sé. El impulso que trazó esa línea es nuevo para mí. Quizá haya existido usted antes, porque al principio de ella vi claramente el año 1212 y la Cruzada de los Niños. Quizá vuelva a existir después, porque aquel impulso me tiraba del brazo sin compasión. Nada más persistente que la terquedad. ¡Ave María! ¡Jesús!".

En una vieja carta, Amílcar Osorio, desde San Francisco, me dice: "Veo que tienes una cara eterna", y Valmiro Paba asegura haberme visto en otro planeta.

Desde Recife, el poeta Geraldino Brasil me escribe que él está seguro de que, en una época anterior, yo fui poeta brasileño. Lo repite en varias de sus cartas, porque no le gusta que queden dudas.

Por mi parte, lo único que puedo aducir es que a veces se me aparece en sueños un viejo libro en el que leo los poemas que transcribo al despertar.

A fin de confirmar tales presagios, fui a ver a mi médico esta tarde, el doctor Daniel Caicedo Gutiérrez. Me dijo: –"Tienes que tomar las vitaminas desde la A a la Z, en cápsulas y en inyecciones, hasta el año dos mil. Para la siguiente cita puedes llamarme en el próximo siglo. Que mejores. Adiós."