Y, hay que estar loco. Si no se está loco no se es nadie.
“Desde el momento en que uno deja de estar loco se vuelve tonto”, escribió Marcel Proust.
Pero, si se ha sabido enloquecer, se puede ser un gran poeta, o un artista.
Y, ser poeta es más que ser artista.
Ah, es necesario estar loco de verdad, no apenas medioloco,
Sino loco totalmente, así como uno al que le dicen: “¡Adiós, Napoleón!”.
Y él ni contesta, porque ya sabía que también era Napoleón. Y que, con sólo quererlo, podría asimismo adoptar cualquier otro ser, pero es bonito para el loco que crean que él es Napoleón.
¡Ah, Napoleón! ¡Napoleón sí que estaba loco!
Él solo enloqueció a medio mundo, porque, como se sabe, la locura es contagiosa.
En Barranquilla hay un joven que está loco, encadenado en un sótano, a nadie puede ver. Sólo recibe a un amigo. Con él se muestra cariñoso, le lame las manos.
Porque la locura se da por falta de amor, la locura es falta de amor.
Y, el amor domestica, amansa, sujeta.
Poeta doméstico sería como una especie de pato lírico.
La libertad de ser uno mismo se ha refugiado en los manicomios.
Y el amor es para las damas, caballeros.
Hay otros que se adueñan de la Tierra. Dejadlos. La Tierra les pesará.
Todos sus “bienes”, y con ellos las gentes acumuladas a su alrededor, les pesarán sobre los hombros,
Y fortalecerán sus hombros para un peso cada vez mayor,
Ellos, los lúcidos, dejadlos. Alguien tiene que cargar con Esto.
Al sol y al aire de los vientos el poeta ve pasar el mundo.
–Es el mundo que pasa. Que pase. Hagámonos a un lado para que pase. ¡Adiós, mundo!
“Es mejor que nos tomen por locos y no por santos”, decía San Francisco a sus compañeros. El que se proponía establecer “una nueva locura” sobre la Tierra,
San Francisco de Asís, maestro de locura. Dijo también: “La locura es la sal que impide que se pudra la sensatez”.
Aloysius Bertrand, a quien me complace citar, en “Gaspar de la Noche”:
“El loco propone al sabio cuestiones que éste no puede resolver”.
No son los sabios, sino los locos, los que le han dado el bote a este mundo.
Los sabios, tan cautelosos, conocen los peligros, pero el loco se arriesga.
El que lanzó la bomba, el que pisó la luna, no aspiraron al título de sabios, sino al de locos.
No sólo escribo desnudo, sino que tengo plumas en la cabeza, y cuido mis flechas, y estoy orgullosísimo de ello.
Flechas para cazar y pescar. Si me atacáis con la Bomba, me defiendo con mis flechas.
Vuestro Dios, si realmente es un dios y no un fantoche confeccionado por vosotros mismos, os dirá si es justo lo que hacéis.
No puedo sino atenerme a esa sentencia. Y éstas son mis flechas.
Con unos pocos hombres y unos pocos caballos, Francisco Pizarro conquistó el Perú.
Los nuevos invasores, con tácticas muy elaboradas y con mejores armas, ya nos están mirando.
¡Preparemos nuestra locura!