En este año se está preguntando mucho para qué poetas en tiempos de guerra. Esa pregunta sale de aquellos que quisieran eliminar la poesía porque consideran que la conciencia del poeta, su pensamiento y reflexión, son contrarios a la guerra.
Pero la verdad, como siempre, es muy simple. Existen dos clases de individuos: los belicosos y los pacíficos. En uno y otro bando hay poetas. Nadie está interesado en callar a los poetas belicosos. Solamente quieren acallar a los poetas pacíficos, o convertirlos al bando de los guerreros. Esa es la conclusión.
Siempre ha habido guerras y violencia, y siempre han existido los poetas. Nunca su suprimirá a los violentos, ni tampoco a los pacíficos, porque los pacíficos tienen mucha resistencia. A unos hombres les gusta hacer la guerra. Otros prefieren la poesía y la música. Y hay, por cierto, música militar y poesía épica. Ese cuestionamiento que se quiere hacer ahora a los poetas carece de buen sentido. Proviene, o de la ignorancia, o de la mala fe. Fariseos e hipócritas. Por lo tanto debemos desestimarlo. No significa nada. Los asesinos siguen disparando y los poetas cantando. Cada uno en lo suyo. Así es la vida. Me quedo con los poetas.
¿Qué hacen los poetas en la guerra? Pues escribir poemas. Poemas que circulan clandestinamente, unos para avivar a los fogosos combatientes, y otros para llevar un bálsamo dichoso a los damnificados, y a los que permanecen al margen de las hostilidades. Por lo tanto, cuando más útil resulta la poesía es precisamente en tiempos de guerra.
En mi viejo librito de historia para la escuela secundaria, escrito por don Nicolás Bayona Posada, todavía se puede leer aquello de Tirteo:
“Tirteo era, según la leyenda, un maestro cojo y tuerto, a quien se había confiado la educación de los mendigos de Atenas. Los espartanos, viéndose necesitados de militares que los instruyeran en las artes de la guerra, solicitaron a los atenienses el envío de un general, y los atenienses –a veces burlones– les enviaron inmediatamente a Tirteo. No conocía éste el manejo de las armas bélicas, pero sí el del verso heroico. Y se dio a entusiasmar a los soldados con himnos guerreros tan hermosos, que fue aclamado como jefe supremo de las tropas espartanas y nunca fueron vencidos los soldados a quienes animaba con sus poemas”.
Para los más, en tiempos tan viles como el presente, la poesía es también un refugio. Se sacará a los hombres pacíficos de su último refugio y se les prenderá fuego. Pero ellos no estaban allí por miedo, sino por asco. Que al menos quede eso en claro.