LA LECTURA DE POEMAS

La comprensión del texto poético esquiva a los mismos poetas, a los críticos, y a lectores cultos e incultos por igual. Un joven se me acerca con los últimos poemas que ha escrito y me pide que, si yo los entiendo, ¡le haga el favor de explicárselos!

Es por eso por lo que se necesitan muchos talleres de poesía: de composición, lectura y crítica. Así como hay talleres para el estudio de los textos sagrados y talleres de oración, debe haber talleres de poesía. La poesía nos acerca a la paz.

La poesía poemática existe desde antes del diluvio. “No hay pueblos sin poesía; los hay sin prosa”, anotan los historiadores. La ciencia encuentra y lo explica al entendimiento, función de la inteligencia. Pero la comprensión (apreciar y sentir) es un ejercicio metafísico, es decir, poético.

No miras la flor porque dices que ya la miraste en la niñez, y que no te vas a quedar toda la vida mirando una flor. Si te ofrezco un dólar usado, lo miras y lo hueles, aunque huela mal, y te embriagas de tu dólar. Si te ofrezco un poema, no sabes qué hacer. Te encuentras entonces en un aprieto.

Entre todos los escritores, el poeta es el que menos lectores tiene. Para la mayor parte de las gentes, la vida es una esclavitud a la que ellas mismas se condenan. El poeta propone la libertad y la gloria de vivir, pero nadie quiere saber nada de eso. –“¡Somos esclavos! –gritan–. ¿Cómo quiere usted que leamos poemas?”

El poeta que escribe sus primeros poemas, y que aún no tiene su primer lector, no se preocupa por eso. Es como hacer corderillos. Salen balando y brincando, despreocupados acerca de quién se los comerá, pero seguros de que alguien tendrá hambre.

Un poeta nuevo, que aún no ha publicado nada, me dice: “Con tres lectores me conformo”. Porque en su imaginación ya existen aquellos lectores. Pero el que no tiene ninguno, aún espera a aquellos tres, y goza de la fortuna de esperar.

Los poetas jóvenes suelen ser cándidos. Sueñan con sus libros, con los recitales, con el prestigio y la fama. Y aún no han escrito su primer texto memorable. Uno me dijo: “Cuando publiqué mi primer libro salí a la calle, ¡y nadie me miró!”

Entre todos los poetas, los que escriben con claridad tienen la primera opción de ser entendidos y gustados. Los que escriben enredado, tengan la bondad de sentarse y esperar. Dentro de veinte años, sin duda, los leerán.

NOTAS

  1. La poesía es la persistencia de un pasado inocente y feliz que destruyeron las dos guerras de este siglo, pero ha perdido vigencia en la cultura literaria de estos tiempos. Los poetas existirán hasta la consumación de los siglos, pero corren el riesgo de quedarse sin clientela. JAVIER ARANGO FERRER (Historia Extensa, XIX)
  2. ¡Cómo se nota (en Jorge Manrique) el ritmo seguro y feo del hombre que sabe gramáticas! FEDERICO GARCÍA LORCA
  3. Soñaba Rimbaud un poema obsesionante, que no fuese didáctico ni expositivo, sino infeccioso. LAWRENCE DURRELL
  4. El gran peligro del poema es lo poético. No agreguéis poesía a aquello que ya la tiene sin necesidad de uno. Miel sobre miel repugna. VICENTE HUIDOBRO (Manifiesto Tal Vez)
  5. La poesía debe tener aspecto pobre para quienes no conocen el lujo. Un poema es el colmo del lujo, es decir, de la reserva; todo lo contrario de la avaricia. De lejos, a la primera ojeada, iba a decir oliendo, sopesando un libro, el experto estima su calidad. Un verdadero poeta se preocupa poco de la poesía. Del mismo modo que un horticultor no perfuma sus rosas. JEAN COCTEAU
  6. Las buenas lágrimas no nos son provocadas por una página triste, sino por el milagro de una palabra colocada en su lugar. Pocas personas son dignas de derramar tales lágrimas. Es posible que la poesía conmueva a pocas personas. ¿Acaso he dicho ya que era el colmo del lujo? JEAN COCTEAU
  7. Sólo la falsa poesía teme a la risa como el diablo teme al agua bendita. Los falsos genios tienen miedo de la risa. La risa abre de par en par al hombre. Se ve el tesoro o el vacío. A Marcel Proust le gustaba. Se bañaba en ella como en un revelador. JEAN COCTEAU
  8. Mientras el poeta crea, su poema está múltiples veces en peligro de muerte. Un bañista que no sabe nadar y que se ahoga, inventa la natación. Con algunos viejos movimientos, reinventados sin cesar, el poeta salva su poema. Unos lo toman por un farsante, otros por un enfermo; otros sienten la trágica belleza del juego y se deleitan con ella sin intentar comprender el porqué. JEAN COCTEAU