En la actualidad todavía se acostumbra la declamación patética, y son frecuentes los concursos de declamación en festivales y celebraciones. Si bien la declamación es un arte aún vivo, las exageraciones expresivas llevan con seguridad al ridículo y la cursilería. Empleaba Barba-Jacob un método intermedio entre la declamación y la lectura, sistema que sigue siendo útil para quienes no dominan el arte teatral. Quienes sean también actores, encontrarán una manera natural de decir el poema, sin simplicidad, pero sin demasiada alacritud.
El poeta aficionado a presentarse en público deberá tomar un curso que comprende respiración, dicción y expresión corporal, no como locutor sino como actor. Mientras no lo haga, podrá sustituir los ejercicios profesionales con ensayos grabados. Al escucharse, él mismo intentará corregir los defectos principales de su voz, sobre todo en cuanto a claridad, entonación y expresividad.
No se refiere este capítulo a los declamadores profesionales, sino a los poetas que deben grabar o decir en público sus propios versos.
Confiar toda la eficacia al texto en sí es desconocer los mecanismos psicológicos colectivos. La buena presentación del poema en público equivale a la buena edición en un libro.
La lectura en público requiere cualidades personales o sustitutos de las mismas, a la manera de los actores. Debe procurarse ante todo la seguridad, la firmeza, la naturalidad, la claridad, la elocuencia, y uno que otro rasgo distintivo que dé el toque individual y contribuya a producir un efecto.
Por lo general los poetas son malos lectores de sus versos, pero como nunca faltan ocasiones para leer, un pequeño esfuerzo en ese sentido reportará siempre buenos resultados para quienes, haciendo a un lado la pereza, se preocupen un poco por su presentación personal en público. El público pueden ser tres amigos, pero esos tres amigos deben quedar bien impresionados y contentos de haber escuchado. Los poetas suelen despreciar este aspecto de su obra, en lo cual se equivocan.
Desde sus orígenes, la poesía está muy emparentada con el teatro y muchos poemas se prestan para ser escenificados, así como otros para convertirse en canciones. En esos casos, el autor debe dejar completa libertad de interpretación a quienes asuman ese trabajo, autorizándolos para efectuar en los textos los cortes o modificaciones a que haya lugar por motivos de eufonía, vocalización, tiempo, o requerimiento de la composición musical.
La oralidad de la poesía viene desde sus comienzos y continúa siendo un método eficaz de transmisión del poema. Dado que el público en general no sabe leer poesía, muchas veces sólo capta su sentido escuchando al autor o a un recitador profesional.
La poesía oral encuentra en los nuevos sistemas técnicos cada vez mayores posibilidades. Harán bien en aprovecharlas los poetas, como una compensación a las dificultades editoriales y a la circulación restrictiva del libro de poemas. Parafraseando al presidente Mao, que lo moderno sirva a lo antiguo: que la tecnología avanzada reconozca la eterna verdad de la poesía.