En algún determinado momento (principalmente en la juventud) ocurre algo que despierta una vocación. Ese algo suele ser imprevisto, tal vez buscado inconscientemente, o atrapado al vuelo. Y de esa fortuita circunstancia, casi una revelación, pasa a depender en buena parte la vida del individuo que encontró, por así decirlo, una señal en el camino.
Al escuchar el llamado, instintivamente empieza a moverse en la dirección indicada. Al principio vagamente, y luego cada vez con mayor certidumbre, entrevé un destino que le reclama su voluntad.
Incentivos económicos ayudan a definir la mayor parte de las vocaciones, mas la del poeta se muestra necesariamente desinteresada. Su satisfacción y recompensa estarán en el disfrute de la percepción poética y la facultad de comunicarla, así como en el asombro que proporciona el hecho de poder mirar el tapiz por el envés.
Algunos prosistas se apartan bruscamente de la poesía. Consiguen una prosa áspera, mecánica, sin gracia. No hay buena prosa sin el auxilio de la poesía. Es más: la mayor parte de la peor “poesía” que se ha escrito está en verso. Acostumbrémonos a dar el título de poeta a escritores en cuya prosa la poesía se manifiesta con la intensidad y el esplendor de un García Márquez, por ejemplo.
La poesía está más en el modo de percibir que en el de expresar. Por eso un texto deficientemente escrito, pero en el que hay poesía, podrá ser mejorado posteriormente (por el autor o por un coautor) y transformado en obra de valor literario. Redactar es relativamente fácil. Lo difícil es VER y convertir lo visto en idea. Si un poeta no sabe escribir, puede valerse de un redactor al que le comunica el asunto. De modo que poeta no es el que escribe, sino el que tiene la revelación. La revelación no aparece en prosa ni en verso: el poeta tiende a la forma versicular, el prosista compone preferentemente en párrafos. Pero la poesía también puede manifestarse de muchos otros modos, y por eso podrá sobrevivir en futuras civilizaciones, en las que no se emplee el arte de la escritura.
Reservar el término de poeta sólo para el que escribe versos es empequeñecer la poesía. Y también hay que aprender a disfrutar la poesía no escrita, que se expresa por otros medios. En tanto se amplíe el concepto de poeta, será mejor para la poesía y para el mundo.
En el taller que origina estas notas ha habido quién no consiga admitir a Shakespeare en la lista de los poetas. Y sin embargo, si Shakespeare no merece el título de poeta, entonces nadie más lo merece. Poeta no significa “Aquél que hace versos”. Significa creador. Y, “después de Dios –como se sabe– Shakespeare es el que más ha creado”.
El que sólo concibe la poesía en verso, se opone a la evolución poética. El que sólo concibe la poesía escrita, ignora el pasado y desconoce el futuro. Hoy mismo la poesía es transmisible por distintos métodos. Si se puede almacenar y reproducir de diversas maneras algo tan fugaz como el movimiento, es de preverse que habrá nuevos procedimientos para la poesía del futuro. La conciencia de la especie induce la preocupación por el futuro. Una cosa es el tiempo y otra el futuro de la humanidad. Si alguien dice que no le importa el futuro, no podrá esperar que la humanidad esté de acuerdo con él.
Se tiene conciencia de ser poeta antes de saber qué es la poesía. Por lo tanto el poeta precede a la poesía (lo que confirma que el poeta nace). Pero no se preocupen: la vocación puede ser sofocada.
No asustar a la familia escribiendo versos, ya que el verso es lo que produce el susto. No hay que decir que se es poeta, porque nadie lo cree, pero a cualquiera le creen que puede ser escritor. Lo que indica el alto puesto que conserva la poesía.