Los escritores incultos son muy aficionados a emplear epígrafes y citas para aparentar que saben mucho. Lamentablemente, el lector despierto se da cuenta enseguida y la ingenuidad queda al descubierto.
Las citas deben emplearse con parquedad, sólo cuando resulten oportunas y necesarias y den realce al texto en lugar de restarle elegancia. Un texto recargado de citas resulta pedante e indica que el autor no tiene nada propio qué decir.
Cuando la cita se coloca en un idioma extranjero o antiguo, debe traducirse en beneficio del lector medio y de la comprensión general del texto. Omitir la traducción resulta de una pedantería insolente que el lector no excusa, aun si conoce la lengua de origen.
Los epígrafes tienen cierta elegancia si se usan con moderación y si convienen al texto. No deben acumularse demasiados epígrafes al comienzo de un libro y no deben emplearse para iniciar un cuento, porque el cuento es género que no resiste el epígrafe. El epígrafe en un cuento sobrará siempre, y resulta de muy mal gusto porque aparece forzado y traído por los cabellos. El que va a iniciar un relato lo inicia sin más. Los preámbulos siempre resultan intolerables al lector o al público.
En cambio, el epígrafe puede lucir en un poema, al comienzo de una pieza oratoria, o para iniciar un libro o capítulo. Cuando el epígrafe se coloca al final se llama epílogo. Y no es ninguna novedad, como algunos parecen creer.
No se encuentran muchos epígrafes ni muchas citas en los grandes escritores. Las tomamos de ellos.
Las citas no deben ser muy extensas. En tal caso es mejor remitir al lector a la obra original, o hacer un resumen. El aparte citado no debe fraccionarse para hacerlo decir algo diferente al pensamiento del autor. La cita completa debe colocarse entre comillas o en cursiva. Lo contrario constituye apropiación indebida y quien lo hace se desprestigia frente al lector informado. No crea que no lo hay.
Cuando Ernesto Cardenal incluye textos indígenas precolombinos en sus poemas, o son de autor desconocido y su procedencia es colectiva, o por el contexto queda claro el origen y la intención.