AVISO A LOS MORIBUNDOS

A vosotros, los que en este momento estáis agonizando en todo el mundo:

os aviso que mañana no habrá desayuno para vosotros;

vuestra taza permanecerá quieta en el aparador como un gato sin amo,

mirando la eternidad con su ojo esmaltado.

Vengo de parte de la Muerte para avisaros que vayáis preparando vuestras ocultas descomposiciones:

todos vuestros problemas van a ser resueltos dentro de poco,

y ya, ciertamente, no tendréis nada de qué quejaros, ¡Oh príncipes deteriorados y próximos al polvo!

Vuestros vecinos ya no os molestarán más con sus visitas inoportunas,

pues ahora los visitantes vais a ser vosotros, ¡y de qué reino misterioso y lento!

Ya no os acosarán más vuestras deudas ni os trasnocharán vuestras dudas e incertidumbres,

pues ahora sí que vais a dormir, ¡y de qué modo!

Ahora vuestros amigos ya no podrán perjudicaros más, ¡Oh afortunados a quienes el conocimiento deshereda!

Ni habrá nadie que os pueda imponer una disciplina que os hacía rabiar, ¡Oh disciplinados y pacíficos habitantes de vuestro agujero!

Por todo esto vengo a avisaros que se abrirá una nueva época para vosotros

en el subterráneo corazón del mundo, adonde seréis llevados solemnemente

para escuchar las palpitaciones de la materia.

A vuestro alrededor veo a muchos que os quieren ayudar a bien morir,

y que nunca, sin embargo, os quisieron ayudar a bien vivir.

Pero vosotros ya no estáis para hacer caso de nadie,

porque os encontráis sumergidos en vosotros mismos como nunca antes lo estuvierais,

pues al fin os ha sido dado reposar en vosotros,

en vuestra más recóndita intimidad, adonde nadie puede entrar a perturbaros.

Vuestro suceso, no por sabido es menos inesperado,

y para algunos de vosotros demasiado cruel, como no lo merecíais,

mas nadie os dará consolación y disculpas.

De ahora en adelante vosotros mismos tendréis que hacer vuestro lecho,

quedaréis definitivamente solos y ya no tendréis ayuda, para bien o para mal.

Os ha llegado vuestro turno, ¡Oh maravillosos ofendidos en la quietud de vuestra aristocrática fealdad!

Tanto que os reísteis en este mundo, mas ahora sí que vais a poder reír a todo lo largo de vuestra boca,

¡Oh prestos a soltar la carcajada final, la que nunca se borra!

Yo os aviso que no tendréis que pagar más tributo, y que desde este momento quedáis exentos de todas vuestras obligaciones.

¡Oh próximos libertos, cómo vais a holgar ahora sin medida y sin freno!

Ahora vais a entregaros a la desenfrenada locura de vuestro esparcimiento,

no, ciertamente, como os revolcabais en el revuelto lecho de vuestros amantes,

sino que ahora seréis vosotros mismos vuestro más tierno amante,

sin hastío ni remordimiento.

Apurad vuestro último trago de agua y despedíos de vuestros parientes, porque vais a celebrar el secreto concilio

en donde seréis elegidos para presidir vuestra propia desintegración y vuestra ruina definitiva.

Ahora sí que os podréis jactar de no ser como los demás, pues seréis únicos en vuestra inflada podredumbre.

¡Ahora sí que podréis hacer alarde de vuestra presencia!

Yo os aviso

que mañana estrenaréis vestido y casa, y tendréis otros compañeros más sinceros y laboriosos,

que trabajarán acuciosamente día y noche para limpiar vuestros huesos.

Oh vosotros que aspiráis a otra vida porque no os amañasteis en ésta:

yo os aviso que vuestra resurrección va a estar un poco difícil,

porque vuestros herederos os enterarán tan hondo,

que no alcanzaréis a salir a tiempo para el Juicio Final.