Conoces a aquél que viaja y siempre llega a su destino,
Y la razón de ello es porque no le importa el cuándo ni el dónde.
En el transcurso de las cosas él espera pacientemente
Por aquella sola persona que parecería estarle aguardando.
Y no llega antes de la hora, y si llega se oculta delante de sus ojos en espera de la hora; y esto lo sé por experiencia.
Si viene del Irán tardará años en llegar a mi casa en Suramérica, habrá cambiado de traje en el camino, hablará conmigo sentado sobre la alfombra sólo el tiempo necesario, y después saldrá para México, en donde ya le están esperando.
O bien, si creció en Recife, dará la vuelta por el Cabo de Hornos para llegar a Bogotá, porque ésa es una manera de ganar tiempo mientras me debe ser presentado en una vieja casa de La Candelaria,
El amigo a quien sin saberlo esperaba.
Y nadie sino la tierra misma le había reservado entronque y albergue.
Este viajero no se extravía, pasa a través de los continentes y los siglos y llega a las Islas Marquesas exactamente la mañana que le esperan en un bote de turismo.
Déjale partir, a ese amigo fiel y ubicuo, tan discreto e impalpable, que se presenta con toda sencillez y te da lo que trae,
La esencia de poesía que estabas necesitando para reencontrar los motivos de tu vida.