Mi felicidad no es efímera, porque no depende de circunstancias contingentes.
He sido y seré siempre feliz.
Siempre no quiere decir mientras viva, sino eternamente.
Significa que seré feliz más allá de los tiempos.
Felicidad que no dure siquiera una eternidad no es felicidad.
Para explicar esto, porque todo debe ser minuciosamente explicado, definamos primero qué es felicidad.
Felicidad es, ante todo, ausencia de infelicidad.
No puedo ser infeliz de ningún modo, puesto que el Ser no creó la infelicidad.
La infelicidad es un sentimiento humano heredado de sus ancestros animales,
que sobrevive en las clases inferiores de cerebro menos desarrollado.
Para mí todos los sucesos, todos, son felices. Y son bellos.
Producen alegría, luego no son infelices.
Estáis pensando en la muerte, lo de siempre.
También es feliz. Por eso se llama viaje, sorpresa. Es el encantamiento por medio del cual seremos convertidos en pájaro de lenguas, en flor y en hermosos durmientes.
Nada afecta mi felicidad porque soy imperturbable ante ella.
Vine para ser feliz y nada más.
No me pongáis ejemplos, objeciones ni demostraciones. Soy feliz.
Soy feliz donde me coloquéis. En cualquier parte y bajo cualesquiera circunstancias, siempre podré escoger la felicidad.
Vine a ser por la unión de accidentes casuales. Pude no haber sido. Sentir la vida como gozo o pena es sentir la vida. Y esto es mejor que la nada, en la que ni siquiera hay Dios, porque no existe el Dios de la nada. ¿De qué podría estar orgulloso el dios de la nada?
Lo último que podré hacer será también un suceso feliz porque la felicidad está principalmente en la indiferencia.
Soy indiferente, luego no soy infeliz. Si no soy infeliz entonces soy feliz. No puedo contradecir esto.
La indiferencia proviene de la calidad divina.
Los dioses son indiferentes por esencia.
Dioses menores somos, pero dioses creadores, elementos de mutación, semidioses.
Felices por tanto, incapacitados para no serlo.
Dioses de felicidad, en todo tiempo y lugar.
Ser dios es elemental, lo somos naturalmente, sin necesidad de pensarlo, de sentirlo, de decidirlo ni de actuarlo.
Nuestro más leve movimiento afirma nuestro carácter y procedencia divina.
Hijos de Dios son príncipes divinos. Al nacer nos lo dijeron.
En calidad de príncipes vivimos en esta tierra, en este universo, y recibimos nuestras prebendas y beneficios.
Y al final rendimos pleitesía a quien nos envió, Príncipe de más alto rango y autoridad. Y eso es todo.
Es todo por hoy.