El estado de normal lucidez en la vigilia sirve para todo, menos para escribir un poema. El poeta tiene que estar más que despierto, o estar dormido, pero el simple estar despierto sólo le servirá para escribir ensayos, o informes o novelas. Se puede ver a pintores pintar, y a escritores escribir, pero no al poeta o compositor en el instante de su creación, porque la creación poética es un acto secreto, como el de los magos, los alquimistas y los dioses. Existen testigos de la cosa creada, no de la creación en sí. Los biógrafos de Neruda nos cuentan que él podía escribir delante de la gente, pero es que Neruda era un desvergonzado.
Nunca me permito alteraciones del estado normal de la conciencia, pero sé bien que los poemas no se escriben en estado normal. Si así fuera, el poeta podría escribir profesionalmente todos los días a la misma hora, y todas las personas normales podrían escribir poemas sin necesidad de estar inspiradas.
Ningún artista puede trabajar sin estar inspirado, y lo mismo vale para un buen artesano, con el agravante de que el estado de inspiración es esquivo e irregular en cuanto a su frecuencia.
Nos preguntan si la inspiración del poeta es posible en el sueño. De hecho, muchos poetas convierten sueños en poemas, transcribiendo el poema tal como en el sueño les fue revelado, o mediante alguna elaboración. El citado Otto Rank anota que “se llega incluso a atribuir al sueño rendimientos artísticos superiores a los que el individuo puede producir despierto”, reforzando dicha apreciación con el concepto de Kant según el cual “el sueño es un arte poético involuntario”. En el mismo sentido aporta esta observación de Hebbel: que los sueños y las creaciones artísticas se hallan íntimamente hermanadas. Se pregunta Hebbel en el ensayo de Otto Rank: “¿No serán acaso los sueños sino poesías incompletas? ¿Será una buena poesía un sueño completo?”
Varias veces se me apareció en sueños un antiguo libro firmado por un tal X-504, en el cual leí poemas que luego transcribí. En otras ocasiones una voz me dictó el poema desde el sueño, una voz bastante desconsiderada que recitaba todo el poema completo y después yo tenía que esforzarme por recordarlo. También ocurrió que un breve texto poético se me apareció en una valla instalada en pleno sueño. Si hay vallas por todas partes, no tiene nada de raro que aparezcan también en los sueños. Titulé ese poema “Anuncio en un sueño”:
LA MUERTE
ES SU
NATURAL Y
NECESARIO
PROGRESO.
OJALÁ
LO CUMPLA
Y EVÍTESE
REPRESALIAS
POR
LAS DEMORAS.
Los sueños me han ofrecido siempre hermosas sorpresas y tengo todo un mundo relacionado con el sueño. Al decir un mundo, es porque se compone de lugares, personas y acontecimientos, todo inventado en el sueño, pero que conserva una existencia continua. Es decir, son personajes con quienes me encuentro en los sueños para continuar una relación que la llegada del día interrumpe, y esos personajes son los mismos desde hace muchos años. A veces se agregan otros, y todo va cambiando lentamente como en la vida real. Así que, cuando me duermo, es como si pasara a ese otro mundo, o entrara a ver la continuación de una serie cinematográfica.
Los lugares o países que se visitan en sueños se nos hacen tan familiares como si viviéramos en ellos, y a veces conocemos un recodo o una calle en donde antes no habíamos estado y nos parece natural y lógico que aparezcan allí como continuación de una geografía a la que ya nos habíamos acostumbrado, del mismo modo que aquella callejuela que después de diez años encontramos tan cerca de nuestra casa y nos preguntamos por qué antes no habíamos pasado por allí, si su presencia resulta tan lógica y necesaria que sin ella nuestra propia casa desaparecería, ya que después de ese promontorio u hondonada algo tiene que haber que haga parte de todo lo demás. Y así mismo es en la vida del sueño.
Me encuentro en un sueño con uno de mis viejos conocidos de los sueños y le pregunto por qué no había vuelto, en dónde estaba. Me responde que había ido a pasar una temporada con el otro Jaime.
Curiosamente, no suelo recordar en la vigilia a los amigos que guardo, o que me aguardan, en el país del sueño. Ellos viven únicamente allí, y no salen a la luz del día. Ninguno tiene nombre, pero no hace falta, es como si lo tuvieran. Hay un mercado, siempre el mismo, a donde llego en busca de una señora que vende comidas. Me resulta muy práctico porque, a pesar de que le pago, al otro día tengo todo mi dinero completo. Hay también un hermoso paisaje en el cual me gusta ir a volar, y hay un pueblo en el que han transcurrido unos treinta años con todas sus consecuencias, pero toda esta historia no cabe en un ya desmesurado capítulo, y solamente la menciono a manera de ejemplo, como algo para apoyar lo que venía diciendo.
Rara vez conozco la pesadilla, y cuando eso ocurre, es siempre a consecuencia de algún suceso. Con esa excepción, mis sueños son siempre bellos. Una noche reciente, en un sueño, reconcilié a dos enemigos. Aunque hubiese sido en un sueño, creo que hice algo bueno. Se trataba de dos jóvenes: Omar (el árabe) y Moisés (el judío). El conflicto encuentra en el sueño una solución bíblica. Obedece a la convicción de que todo se podría lograr, todos los problemas resolver satisfactoriamente, si no se opusieran siempre intereses que tuercen el destino natural de los pueblos y comunidades. Tales intereses, más se preocupan en crear nuevos problemas que en resolver los que existen. De tal complejidad tal vez no se saldrá nunca, y si así ocurre, la Humanidad habrá demostrado lo poco práctico de su inteligencia, y sobre todo lo innoble y bestial. Si a veces los problemas no se resuelven, es porque no se aplican las soluciones de los poetas, sino las de los políticos y militares. Fue Julián Huxley quien dejó escrito que existen tres clases de inteligencia, en este orden: la del hombre, la del animal, y la del militar.
La poesía lírica, cuya íntima esencia se halla tan próxima al sueño, según lo certifica Otto Rank, procede pues a partir del libre comercio entre el inconsciente, donde se fraguan las imágenes, y la conciencia que le presta discernimiento para seleccionar y ordenar. Si el hombre es la suma de los dos, la poesía será la summa del hombre.