Creí haber compuesto estos poemas en verso libre versicular, llamado también prosa versicular, y estuve siempre dispuesto a defender esa apreciación, dado que el verso es una forma de la prosa. El respeto por el verso me obliga a conceder el beneficio de la duda a la objeción académica, y el respeto por la prosa me lleva a aceptar de buen grado su identidad con ella. Por lo tanto he dispuesto los versos como versículos, modo que ya adopté para otros libros. En prosa, en versículo, en verso, en semiverso, el poema siempre es el poema.
También me permití algunos retoques; nada esencial, aunque en estas páginas la forma es esencial. He querido respetar en todo al joven que las escribió, pero asimismo debo respeto al hombre maduro que ve reeditarse su primer libro, no sin satisfacción, pero tampoco sin recelo por prohijar durante demasiado tiempo algún término que no acaba de ajustarse a la necesidad del texto.
La relectura impuesta por esta edición me devolvió al misterio que para mí sigue teniendo la génesis de todo poema, y la imposibilidad de explicarlo. El poema se comprende, o no se comprende. Es decir, se siente o no se siente. Las puertas del misterio sólo se abren para los misteriosos. Si se golpea en ellas, se ajustan aún más. Este libro se abrirá por sí mismo, si eres el que debe ser.