INSCRIPCIÓN

Resbala el agua puliendo la piedra. Veo en ella grabados unos nombres. Bajo la onda clara los voy leyendo, como en un sueño.

¿Por qué y cómo, de tan diversas procedencias, vinieron a unirse en esta inscripción?

Aficionados a la inmortalidad, modelaron sus rostros en lo eterno. La caricia suave del agua alisa su memoria sobre la piedra.

En el jardín del tiempo su reposo bajo el blanco aroma de la magnolia. Bajo el árbol de siempre. Protección invoco, sombra pura del canto, para su permanencia. En la arena se sostienen. En el limo. En el agua. En el cielo, en el aire se apoyan. Sombra de la memoria, resguardo de fresco abrigo, dioses fueron con todo derecho. La gloria y el signo les pertenecen. Reconocimiento y admiración en las olas, sobre el pedernal.

Convocados por el azar. Por su destino conducidos. En ellos la atracción y el misterio.

Desde el fondo del agua se reflejan; con varonil sonrisa emergen del mar.

La sal y el canto en su semblante, en sus cabellos. Glorioso sol. Glorioso.

Hablo del río Cauca, bajo rudas carpas, en campamentos de trabajo. Camaradas en el vino, en largos viajes, largas noches, en invierno al descampado, en verano bajo las chicharras. Y hablo del mar Pacífico y del mar Atlántico, en las islas, la navegación nocturna en canoa por extraviados manglares. En La Jagua de Ibirico, en el río Sororia, sacando piedras candentes.

Derecho de Pinutáunides en Key West. Señor bajo grandes palabras y palmeras. Con sus manos se abanica. Collares adornan su pecho. Silencio el legado de su abuelo: “Más hace el loco en su casa que el cuerdo en la ajena”. Llevaba un paisaje en el alma. En ese paisaje practicaba la esgrima.

Derecho de Tiranosaurio en las vegas del río. Su hoja en las manos de afiebradas bailarinas. Perseguido. Hasta Moscú. Hasta Tokío. Robado en París. ¿Adónde no irá una mujer rubia en busca de un negro? El Camerún lleno de rubias, según las últimas noticias de la Prensa Asociada. En Korea le erigieron un monumento de aplausos. Palmas en el Báltico. Al que recorre el mundo a paso de danza.

Nos parecen bellas las pinturas de ángeles con espadas flamígeras. Pero tener uno delante es un problema. No se piensa en ello. –“Aquí clavo este cuchillo. Quede vibrando con la fuerza con que ha sido lanzado. Aquél que venga será enemigo. No se irá sin mi cuchillo. Y aquí dejo las armas. Aquel que venga no se irá sin mis balas. Tú estás aquí, junto a mi revólver. Y ésta es la pistola. Un arma para cada mano, el cuchillo entre dientes, y tú estás conmigo”.

Experto en patadas a la luna, con tirabuzón y con mortal y medio. Campeón en todo deporte. Bailarín de fútbol. Fui con su compañía a felicitarle por haber ganado el maratón. La tropa le ofreció homenaje y trofeos. Mi general en persona estaba muy orgulloso de él. Tantos deportes eran incompatibles entre sí. Gerente de una fábrica en Envigado.

Espiritista. Parapsicólogo. Hipnotista. Diplomado en el Centro Esotérico de San Pablo (Brasil). Laureado por el Centro de Investigaciones Parapsicológicas de Colombia. Miembro de la Sociedad de Estudios Espiritistas de París. ¡Oh hermano de la Acrobacia y la Pirueta, oh Astuto! Le hemos jugado malas pasadas a la vida, ardides que ella no se esperaba, ¡Oh maestro de la Treta y la Estratagema!

A cada cual su estrofa, la que le corresponde, todo el honor y el mérito, y este orgullo y la eterna satisfacción. Canto el himno. La elegía el que la tuviere. Alabanzas. Altos cantos. Vengo dando grandes voces de montaña. El que llora no requiere compañía, sino su soledad para llorar. Pero los que estamos de fiesta necesitamos multitud para las libaciones, los juegos, las danzas. ¡Ea, los pregoneros! Altavoces en las torres. Que alternen los músicos.

A la vibrante diana el despertar en la piscina. Rápido los arreos, las armas, la breve ceremonia matinal. El adiestramiento de reclutas, batallón al ataque, parte sin novedad, ¡viva Colombia! En la fría noche el centinela se duerme. Desnudo ha sido amarrado a un árbol del bosque y untado de miel para que lo pique un millón de insectos. Un millón, dijo el Teniente; ¡ni uno menos!

Incursión de supervivencia en la selva. Lo peor. Comer animales incomibles, crudos. Comer árboles enteros con sus micos y ardillas. Todo se puede comer, menos el capitán, porque es veneno. Al regreso falta uno que desertó. Vomitaba culebras, cabezas de gallinazo, una estampa de la Virgen del Carmen. Lo encontraron temblando entre una zanja. Un año de calabozo. Después escribió este libro de poemas. ¡Tenía que ser él!

¡No perdamos el paso, oh Musa! Si el refrán dice que música adelante no suena, ¡por qué llevamos la banda a la cabeza! Las elegantes trompetas, los palillos sobre el pergamino, los vivaces triángulos, los alegres xilófonos, los platillos sueltan serpentinas de música que se enredan en los bastones. ¡Y las banderas! Suenan lábaros y oriflamas. El banderín suena su música de banderín.

El turno es para todos en este canto, ¡oh Arcesio, Arnulfo, Otoniel, Juvenal, Alirio, Aristarco, Ambrosio, Estanislao! Falta uno que no puede faltar, falta Argiro. El uno no conoce al otro, ni siquiera sabe que existe, pero la estadística es una ciencia.

Aquí se juntan y aquí se separan. Caminos cruzados. Un momento de perplejidad. Y cada uno toma el rumbo que no es. Al norte, al sur, la equivocación está en los zapatos.


¡Oh días de gloria, dadme un sobregiro!